Desde hace ya casi dos meses estamos viviendo en estado de emergencia. El SARS-COVID19 ha puesto en jaque a nuestra civilización, que ya vivía, en nuestro país, una crisis social, según el último informe FOESSA. A nadie se le escapa que la crisis sanitaria del coronavirus es ya una crisis económica y social similar a la que se vivió en los años 30. Es por eso que algunas familias hemos querido reinventar nuestra actividad en el Hospital de Campaña a la luz de las propuestas que nos ha ido haciendo el Papa Francisco esta Semana Santa.
La familia, la así llamada Iglesia doméstica, está llamada, según la Amoris Laetitia a: “hacer doméstico el mundo”; a pintar “el gris del espacio público llenándolo del color de la fraternidad, de la sensibilidad social, de la defensa de los frágiles, de la fe luminosa, de la esperanza activa. Su fecundidad se amplía y se traduce en miles de maneras de hacer presente el amor de Dios en la sociedad.”
Por eso, ante la urgencia de tantas familias que se han quedado sin dinero para comer porque no pueden seguir trabajando en la economía sumergida o por el paro galopante o por el retraso en el cobro de los ERTES, hemos querido organizar una iniciativa bajo la protección de María Auxiliadora. De la mano del Hospital de Campaña Santa Anna, la Asociación Bocatas y Familias para la Acogida –a las que nuestras familias pertenecen-, queremos ayudar a otras familias –algunas de las cuales ya conocíamos-, poniéndonos a su servicio en lo que necesiten y podamos, para verificar con ellas la alegría y el gozo de la Pascua, la victoria de Jesús sobre la muerte, sin la cual, la fe del cristiano no tiene ningún significado.
Como el Papa nos predicó en la Vigilia Pascual, en cuya lectura, el Resucitado le pedía a la Magdalena que sus discípulos fueran a Galilea para repartir del encuentro inicial, porque “volver a Galilea es acordarnos de que hemos sido amados y llamados por Dios. Cada uno de nosotros tiene su propia Galilea. Necesitamos retomar el camino, recordando que nacemos y renacemos de una llamada de amor gratuita, allí, en mi Galilea. Este es el punto de partida siempre, sobre todo en las crisis y en los tiempos de prueba. Con la memoria de mi Galilea.”
Pero volver a Galilea coincide también con alejarse del centro del poder religioso y político, con compartir necesidades, con salir a una sociedad hecha de periferias. La convivencia con el más vulnerable nos descentra de nosotros mismos y nos hace evidente que sólo la gratuidad de Dios satisface la necesidad del hombre. Es por esto que el Papa nos dice, acto seguido: “Qué hermoso es ser cristianos que consuelan, que llevan las cargas de los demás, que animan, que son mensajeros de vida en tiempos de muerte. Llevemos el canto de la vida a cada Galilea, a cada región de esa humanidad a la que pertenecemos y que nos pertenece, porque todos somos hermanos y hermanas.”
Esperamos sinceramente que esta pequeña propuesta resulte contagiosa para las familias que se quieran sumar, como ya nos ha sucedido entre las familias a las que hemos acompañando con anterioridad, porque ayudando somos ayudados. En la cercana carta que Francisco le dirige a los movimientos populares el mismo Domingo de Pascua, nos invita textualmente a poner el cuerpo: “Qué difícil es quedarse en casa para aquél que vive en una pequeña vivienda precaria o que directamente carece de un techo. (…) Ustedes están ahí, poniendo el cuerpo junto a ellos, para hacer las cosas menos difíciles, menos dolorosas. Los felicito y agradezco de corazón. Espero que los gobiernos comprendan que los paradigmas tecnocráticos (sean estadocéntricos, sean mercadocéntricos) no son suficientes para abordar esta crisis ni los otros grandes problemas de la humanidad. Ahora más que nunca, son las personas, las comunidades, los pueblos quienes deben estar en el centro, unidos para curar, cuidar, compartir.”
Siguiendo esta provocación constante del Santo Padre, queremos lanzar esta iniciativa de Familias acompañando a familias. Lo hacemos desde una amistad abierta a la que nosotros pertenecemos y que nos hace más conscientes de que cada uno de nosotros es hijo de la caridad en cada instante.